Hace menos de un mes se celebró la Maratón de Tokyo y la que os escribe estuvo en primera línea viendo pasar a miles de corredores. Era un día nublado y con lluvia intermitente pero la emoción y el ambiente que había me atrapó. Animaba a todo el que pasaba, les ponía la mano para que chocaran… Cosas que nunca había hecho pero, me dejé llevar y me picó el gusanillo porque esa misma tarde me puse a buscar futuras carreras. Yo quería ser de los del otro lado, de los que corren, de los que escuchan a la gente al pasar y, lo conseguí (¡sí!) porque el pasado domingo participé en una prueba de 10 km sólo para mujeres por las calles más increíbles de Tokio.
Que nadie piense que soy una profesional, todo lo contrario. Suelo ir a correr una o dos veces a la semana. Hasta ahora me bastaba con distancias de 5 kilómetros, ¿para que más? Pero desde que me apunté me he preparado para disfrutar de los 10 kilómetros porque si algo tenía claro era que no quería sufrir, no quería que se me saliera el corazón por la boca -qué necesidad- y para eso, lo único que podía hacer era entrenar. Hice 5, 7 u 8 kilómetros hasta que una semana antes decidí comprobar mi forma física y ¡lanzarme a por los 10! ¿Mi primer tiempo? 1h 04min. Sí, jaja, sé que estoy más cerca del tiempo de una tortuga que del de una liebre pero para ser mis primeros 10 kilómetros no está mal ¿no?
El día anterior fui a recoger mi dorsal y me entregaron esta camiseta. Y, a ver, no lo voy a negar, tenía mi “modelito” preparado pero pensé que sería genial ir como el resto así que decidí cambiar mi vestuario a última hora. Estaba muy contenta, muy motivada y justo cuando intentaba dormirme, de repente, una idea empezó a rondarme por la cabeza ¿Por qué no intentar bajar de 1h?
Me desperté a desayunar muy pronto y me encontré con un cielo despejado y una temperatura maravillosa. El día empezó genial y ya notaba mis nervios. Veinte minutos en el metro y ¡ahí estaba! En el punto de salida, ¡rodeada de japonesas! Miraba a mi alrededor buscando algún rostro occidental y ¡no encontré ninguno! Éramos 4.999 japonesas y yo, con la misma camiseta, moviendo los brazos, las piernas, calentando y con ganas de empezara a correr.
Pistolezado de salida y ¡a correr! Tanto tiempo imaginándolo y el momento había llegado pero, las ansias y la emoción me pudieron porque ya en el kilómetro 2 iba un tanto enloquecida. La gente animando, poniendo sus manos para que chocaras con ellos… No controlaba la respiración como siempre y eso me podía pasar factura así que me pedí calma a mí misma. Un poquito de agua, tranquilidad y a partir del quinto empecé a disfrutar al cien por cien.
Cuando vas corriendo te da tiempo a pensar en tantas cosas… Y, como no, por mi mente pasaron mis lectores. No sabía si compartir o no con vosotros esta experiencia pero en el momento de la imagen de arriba ya estaba decidido. Iba bien, mirando todo, sin perderme ningún detalle de lo que me rodeaba y cuando me quise dar cuenta estaba viendo ya la indicación del kilómetro 9 y ¡quedaban menos de seis minutos para que se cumpliera 1 hora!
Era el momento. Tenía que darlo todo para poder acabar la carrera antes de 60 minutos. Aceleré, miré a un punto fijo. Aceleré más. Mi respiración se volvió a descontrolar pero ya daba igual, no quedaba nada, había que echar el resto y corrí y corrí y corrí y me apreté en el abdomen porque me dio el flato pero seguí y seguí y seguí y seguí y seguí…
Y lo conseguí.
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