Treinta años han pasado desde el desastre de Chernóbil. Si no hubiera ocurrido nada más, podría entender – el paso del tiempo tienen estas cosas – que todavía se apostara por esta peligrosa y dañina fuente de energía pero lo de aquel 26 de abril de 1986 fue un aviso que no atendimos. Hace justo cinco años, el desastre se repitió en Japón y… ha servido de poco.
¿Cómo es posible que desde el año pasado haya de nuevo dos reactores nucleares operativos? ¿Cómo es posible que casi cuatro de cada diez japoneses apoye la apuesta por el gobierno actual por las nucleares? ¿Cómo es posible que el Gobierno nipón diga que mejorar la economía nacional pasa por volver a confiar en las nucleares? ¡Señores! ¿Cómo es posible que acepten el argumento de que Japón necesita abastecerse de esta energía sucia para seguir adelante? Vale que el archipiélago nipón cuenta con escasos recursos energéticos y que podría suponer algunos problemas iniciales (aunque creo que reducir el consumo sería muy fácil) pero ¿no hay alternativa? ¡Claro que la hay! ¡Las hay! Pero los pronucleares venden que las instalaciones de energías limpias son muy costosas… ¿Es gratis la nuclear? Por supuesto que la inversión inicial para las energías que no ponen en peligro nuestra vida es alta pero se amortiza a medio plazo. Y, en cualquier caso, ¿no buscamos un mundo más seguro? Cueste lo que cueste, el efecto de un terremoto y posterior tsunami en una planta fotovoltaica jamás provocaría el desastre de Fukushima. Jamás. Sólo eso debería ser suficiente.
Es grave este asunto, muy grave pero no es el único que hay que intentar solucionar y que, cinco años después, está muy estancado. ¿Cómo es posible que después de un lustro todavía haya 174.000 evacuados? ¿Cómo es posible que esas personas no hayan tenido una alternativa? ¿No hay dinero para todo? Pues, díganme que mezclo churros con merinas pero si hay que reducir el presupuesto para las Olimpiadas de Tokio 2020 en favor de las miles de personas que siguen ancladas en el desastre, pues se reduce. Es curioso, todos en su momento muy apenados y afligidos, los primeros meses se pensaba en ellos, se les mandaba ayuda… Pero la vida sigue ¿no? ¿Cómo es posible que el Gobierno no haya tomado cartas el asunto? Que algo ha hecho, claro que sí, pero debería ser una prioridad que todas esas personas tuvieran una salida después de lo ocurrido. Puede que hoy durante los actos por el quinto aniversario a alguien se le caiga la cara de vergüenza porque han estado más preocupados de tapar las irregularidades y chapuzas de la central que de las personas. Eso sí, llorarán a las víctimas y desearán lo mejor a los afectados.
Disculpad mi tono y mi negatividad. Al inicio digo que lo ocurrido ha servido de poco porque me resulta un tanto doloroso e incomprensible que el rechazo de la sociedad nipona a las nucleares no sea absoluto. ¿Qué más tiene que pasar?