Cinco problemas cuando vuelvo a España

La primera vez que volví a España ya fui consciente de las cosas a las que me había acostumbrado en Japón pero pensé que era demasiado pronto para sacar conclusiones; podía ser algo puntual que en unos meses no tendría importancia. Sin embargo, después de cinco «idas y venidas» puedo afirmar que tengo 5 problemitas cada vez que vuelvo a mi hogar.

  • Tirar de la cadena. Siento empezar con semejante tema pero no es fácil. Como os conté en este post, la mayoría de los váteres en Japón son electrónicos. Además de tener música para que no te oigan o poder elegir «chorritos de agua» para limpiarte, activa la cadena automáticamente gracias a un sensor que reconoce cuándo has acabado. Eso se traduce en que una vez finalizadas tus necesidades no te molestas en dar la vuelta para tirar de la cadena, sigues con  tu vida. En España, por costumbre, no me doy cuenta y siempre los primeros días alguien pregunta en casa: ¿quién no ha tirado de la cadena?… No quiero a ningún lector escandalizado, ¡que todos vamos al baño! Y a todos nos puede pasar ¿no?
  • ¿Por qué lado hay que ir? Según aterrrizo, salgo del avión, me dirijo a recoger mi equipaje y empiezo a caminar por el lado de la izquierda como en Japón, pero claro, me encuentro con gente de frente porque en España vamos todos por el lado derecho. Ok, sólo hay que seguir al resto, está claro y bien, lo hago aunque en las escaleras mecánicas me vuelve a ocurrir porque dejo paso por la derecha (para los que quieren ir más rápido) pero realmente esas personas en España ¡lo hacen por la izquierda!. Tranquilidad, que no cunda el pánico, es un primer impacto pero, ¿y cuándo cojo el coche? Pues continúa la fiesta porque aunque aquí no conduzco automóvil, sí voy en bici por la calzada y hago lo mismo que ellos. Las direcciones son contrarias, los giros distintos… Para que os hagáis una idea de hasta dónde llega mi confusión, el último día fui con mi madre a despedirme de mi abuelita al pueblo y a la vuelta, ya de noche por una carretera de doble sentido muy estrecha y que necesita una renovación, nos encontramos con un coche de frente y, con tiempo y sin poner en peligro a nadie, le pregunté (sorprendiéndome yo misma ante la duda) a mi madre «¡Mamá por dónde era! ¿Izquierda o derecha!?».
  • Mi estómago explota. Cuando vuelves a casa siempre comes más y vuelves sobrealimentada. Nuestras familias nos ceban, cualquier comida o cena se convierte en un evento que celebramos con deliciosos manjares y te vas con unos kilitos de más. Hasta ahí todos de acuerdo. Mi mini problema es que mi cuerpo ya se ha acostumbrado a la comida japonesa y la diferencia es importante: más ligera, con menos aceites y raciones menos generosas. No significa que aquí no acabes lleno o que no comas mucho, no. Pero pasar de tomar unos vegetales de entrante, un filete de salmón a la plancha acompañado de un bol de arroz y  una sopa de miso a un plato de lentejas de primero, dos filetes de lomo con patatas de segundo y manzana de postre… Pues hombre… No olvidemos el pan, que me encanta, pero aquí se sustituye por el arroz y a nivel digestivo se nota.
  • Andar con zapatos en casa. Siempre que entras a un hogar en Japón (también en numerosos restaurantes), te descalzas y te mueves o con calcetines o con zapatillas de estar en casa. En España también usamos estas últimas pero, entramos en casa, dejamos la compra, metemos el pescado en el frigorífico, vamos a nuestra habitación y, ahí ya sí, nos quitamos el calzado de la calle. Aquí se cumple a rajatabla, yo lo hago incluso en mi casa desde el primer día. Las entradas están además preparadas para ello y siempre tienes un espacio en el que hacerlo junto al armario de los zapatos según abres la puerta. Me los quito incluso cuando voy a casa a por algo rápido y,  aunque tarde más en descalzarme y calzarme, es un hábito que me encanta y que mantiene la casa muchísimo más limpia. Es cierto que desde pequeña me han enseñado a ponerme las zapatillas de estar en casa nada más llegar pero no de manera tan inmediata, quizá en a la habitación (donde guardamos el calzado). Ahora cuando estoy en España, según entro, yo me descalzo mientras los demás van a su cuarto y se cambia… los primeros días. Luego, me uno al resto.
  • Dar mucho las gracias. Los japoneses son muy agradecidos verbalmente, se pasan el día dando las gracias absolutamente por todo. Siempre me ha parecido excesivo pero si me paro a pensar, quizá no lo sea. Quizá debería ser lo normal, dar las gracias a una persona por dejarte pasar, al pescadero después de darte las vueltas, al cliente por venir a tu establecimiento, a una amiga por dedicarte una tarde… Bueno, este no es el tema a tratar pero más de una vez me han dicho en confianza en España «deja de dar las gracias por todo» y, ¡no lo podía evitar! En japonés ese arigatou gozaimasu es, además de una manera de agradecer algo, una muletilla con la que se finalizan muchas conversaciones. Estando en España ha habido momentos en los que me percataba – e incluso me sonaba raro a mi misma – las numerosas veces que decía «gracias» en un corto periodo de tiempo. Sentía que no era el contexto. Por eso, es también algo cultural sí, ¡pero hasta el policía que comprueba el pasaporte en Barajas y que no te dice ni hola ni te mira a la cara se sorprendió cuando le dije  – pese a su indiferencia previa – «muchas gracias!». Esto no quiere decir que en España nadie sea agradecido…

¿Sorprendidos?

Gracias por leer Japón y yo 😉

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