Han sido 14 días y no es la primera vez que me escapo casi dos semanas pero en esta ocasión se me ha hecho demasiado corto. Puede que el haber pasado (voy a enumerar en orden) por Tokio, Helsinki, Madrid, Soria, Oropesa (Toledo), Sevilla, Cádiz, Madrid de nuevo, Valderrodilla (Soria), Garray (Soria), Soria de nuevo, Sepúlveda (Segovia), Soria de nuevo, Madrid de nuevo, Helsinki de nuevo y Tokio tenga mucho que ver. No es lo mismo pasar esos días bajo un mismo techo que con el coche y la maleta siempre preparada pero, ¿sabéis qué? ¡Me encanta! Adoro dar vueltas, visitar sitios, entrar en restaurantes peculiares, escuchar acentos diferentes… Y lo mejor es hacer todo eso con mi familia porque, en 14 días, os puedo decir que he pasado pegada a ellos como una garrapata el 90% del tiempo. Quería empacharme de ellos y ellos, como siempre, me han llenado la maleta de felicidad.
Honestamente, algo me ha cambiado estos días. Me apresuré al detallar cómo me sentiría a la vuelta –os lo conté hace dos semanas– pensando que sería como el resto de las veces, augurando dos años más por aquí… Pero no, me equivoqué. Si es verdad que vienes pensando en planes y en cómo afrontar esta nueva temporada, siento de manera muy intensa que he sobrepasado el ecuador de mi estancia nipona. Del uno al cinco, tocas el cielo en el tres y creo que ya voy por el tres y medio. No sé si es porque la vuelta está muy reciente, porque el jet lag me está matando, porque hace un calor en Tokio infernal o porque quería seguir unos días más disfrutando de cada minuto con los míos. En cualquier caso, aquí estoy, ya organizando los próximos meses, valorando si me presento al examen oficial de japonés el próximo mes de Diciembre y nuevos proyectos.
Tampoco quiero que parezca que volver ha sido terrible. No. Sencillamente, no he vuelto al 150% como por ejemplo me pasó en Navidad, que regresé con muchas ganas a Japón porque tenía planeadas millones de cosas. Ahora no tantas. Sí es cierto que la vuelta ha tenido algo maravilloso y es volver a estar con Carlota. Llevarla a España cada vez que voy es imposible, mucho papeleo y complicaciones que no compensan, por eso, como ya os he contado en otras ocasiones, se queda en un hotel para perros donde ya es una más de la familia. En estos días me han informado vía mail de su estado (siempre feliz me decían), adjuntando, a su vez, numerosas fotos. Y una vez más me vais a permitir pero no me voy a quedar con las ganas de compartir alguna de esas instantáneas, ¡que os van a encantar!