En este más de año y medio no había visitado ningún castillo en Japón. Toda mi atención se la habían llevado otro tipo de construcciones hasta que un día uno se cruzó en mi camino, concretamente el Castillo de Matsumoto, conocido también como el Castillo de los Cuervos (por sus muros negros). Lo que en principio era una parada técnica se convirtió en una fantástica visita no planeada.
Volvíamos en coche a Tokio después de pasar el fin de semana en uno de los lugares que más me ha gustado de Japón. Era la hora de comer y el GPS indicaba a 15 kilómetros una ciudad con el típico icono de “interés turístico”. Esa ciudad era Matsumoto.
El Castillo de Matsumoto tiene seis plantas y esta rodeado por un foso maravilloso, me sorprendió. La visita exterior es gratuita y se puede disfrutar de distintas perspectivas. Sin embargo, entrar a la fortaleza cuesta unos 4 euros. Merece la pena porque además de conocer la historia de la edificación, cuenta con un museo con piezas muy curiosas.
Emocionados por nuestra visita improvisada ¡se nos pasó la hora de comer! pero, tuvimos suerte: justo en el parque que hay frente al castillo, había un festival/mercado con muchos puestos de comida y su mascota. Nos decantamos por un cono de batatas y yakitoris. Tres horas después, seguimos nuestro camino hasta Tokio y ese fue el final improvisado de una escapada nipona fantástica.