Reconozco que mi pasión por la montaña no está muy desarrollada y que lo de cargar con una mochila, andar hasta el infinito y dormir sabe dios dónde no suele entrar en mis planes pero ¿subir al Monte Fuji? ¡Claro!
La subida es libre pero nosotros, tres españoles y una japonesa, nos decantamos por hacerlo en grupo (con 30 japoneses y 2 guías). Vestidos de montañeros y ya rodeados de nuestros compañeros de expedición, en seguida nos dimos cuenta de que fue la mejor y más divertida decisión: respondíamos a sus “gritos de guerra”(¡ia! ¡iu!), estirábamos igual de motivados que ellos…
Este año el Monte Fuji ha sido designado Patrimonio de la Humanidad (las visitas han aumentado un 30%) y para los japoneses, es un lugar sagrado. Miles de ellos van en verano, que es cuando el tiempo lo permite.
Hay quien sube y baja en el día; nuestro plan era andar 6 horas el primer día, hacer noche en el refugio más alto, levantarnos de madrugada, andar 1 hora más para llegar a la cumbre y ver el amanecer. Dicho y hecho.
La ruta la empezamos desde la estación 5 (2.035 m). El ritmo era muy lento, por momentos me desquiciaba ir tan despacio pero, a medida que avanzaban las horas, agradecía tal lentitud. También las paradas que hacíamos.
Escalones altos, risas, mucho desnivel, dolor de rodillas, japoneses que te hablan y no entiendes, frío… y una actividad mental frenética (6 horas dan para pensar en muchas cosas). Así, llegamos al refugio donde íbamos a cenar y a descansar, situado en la estación 8 (3.450 m)
Bueno, lo de descansar era un decir porque tumbarnos hacinados en unas literas de madera con unas 80 personas que se mueven, roncan, encienden sus linternas, hablan… (vale, sí, irascibilidad fruto del cansancio).
¡Arriba! A las 3:30 h de la madrugada tocaba vestirse de montañera de nuevo y retomar el camino hacia la cima. Medio dormida y un tanto dolorida, salí del refugio y, la imagen que me encontré, fue sorprendente. Cientos de personas subiendo, con sus linternas en la cabeza haciendo zigzag. La foto no tiene buena calidad pero así os hacéis una idea.
Una hora después, ahí estábamos, ¡ahí arriba!, en el punto más alto de Japón para ver esto…
Para mirar cómo los demás miraban…
Para mirar cómo los demás disfrutaban…
Y para estar más cerca que nunca de la boca de un volcán.
¡Qué rápido! ¡Qué gratificante! Inolvidable pero, hay que bajar. El camino es distinto, aparentemente más amable pero igual de exigente por la inclinación.
Dos horas y media después, llegamos a la estación 5 y entonces… ¿fin? ¿se acaba ahí mi historia en el Fuji? Ya os adelanto que no, que nos fuimos al mejor sitio donde se puede ir aquí en Japón después de una larga caminata. Os lo cuento… ¡en el siguiente post!
«Un hombre sabio sube el Monte Fuji una vez en su vida, solo un necio lo sube dos veces»
Proverbio japonés