El regalo de mis nuevos vecinos japoneses

Todos los martes por la tarde quedo con una amiga japonesa: hablamos una hora en japonés y otra en castellano. Bueno, en japonés me pregunta cosas como qué hice ayer o en qué trabajaba en España y yo le contesto como puedo… o no le contesto; en castellano, sin embargo, tratamos todo tipo de temas con un nivel más que aceptable.

Ayer no fue distinto, salvo que llegué quince minutos tarde. ¿El motivo? Cuando abrí la puerta de mi casa para dirigirme al ascensor me encontré justo en la puerta de al lado a una pareja de jóvenes japoneses rodeados de cajas. Era la primera vez que les veía; desde que vine a vivir aquí el piso de al lado ha permanecido vacío y, efectivamente, se estaban mudando. Noté que se sorprendieron al verme, creo que no se esperaban a una extranjera (somos los únicos en todo el bloque). Muy educados me saludaron y me pidieron que esperara un momento. Yo, devolví el saludo y me quedé en el pasillo. Al minuto salieron y me entregaron una bolsa con una caja dentro.

Regalo de mis vecinosLo reconozco, no me pilló por sorpresa. Antes de venir a Japón ya me contaron que cuando te mudas a un sitio es de buena educación presentarte a tus vecinos más cercanos (no a todo el bloque) y tener un detalle con ellos. Es una costumbre que busca, además de darte a conocer, crear un mínimo de confianza entre los vecinos de la comunidad y también, “compensarte” por las molestias ocasionadas durante la mudanza.

Cuando yo llegué a este edificio no lo hice ni nadie lo hizo con nosotros; era un bloque nuevo, todos llegamos más o menos a la vez y la verdad, pensé que lo que me habían contado era menos habitual pero me equivoqué. Allí estaba yo con la bolsa en la mano , mostrando mi agradecimiento y preguntando si hablaban inglés. Los dos, muy sonrientes en todo momento, me dijeron que no así que me presenté a la japonesa, les dije que era española, lo que hacía aquí y ellos también me contaron cosas: entendí que él estaba estudiando pero… no sabría deciros nada más. Disculparme porque me puse un poco nerviosa, me encantó el detalle y no sabía cómo reaccionar. En España les habría dado dos besos, les habría dicho que no hacía falta y les habría comentado que cualquier cosa que necesitaran, ahí nos tenían pero aquí nada de besos y nada de contacto. Siempre hay que mantener una distancia, un lenguaje no verbal muy respetuoso y eso me bloqueó. Les volví a dar las gracias y me fui, ¡llegaba tarde!

Le conté lo sucedido a mi amiga -en castellano- y me dijo que sí, que era lo normal, que seguramente me habrían dicho el número de su apartamento, me habrían pedido paciencia durante esos días de mudanza y disculpas anticipadas por cualquier molestia en el día a día. Son las frases que siempre se dicen. ¿Curioso, verdad? Me comentó, además, que yo no tenía que hacerles un regalo, no tenía que devolver el detalle.

Toalla regalo de mis vecinos

Me encantó su regalo. ¡Una toalla de algodón monísima! No me digáis que no es una costumbre bien bonita y se trata tan sólo de un detalle: no deben ser cosas caras porque  entienden que pones en un compromiso al receptor. Pero, ¿y qué comprar? Bueno, aquí hay solución para todo y también para este dilema. En las tiendas de decoración y en los supermercados grandes hay apartados dedicados exclusivamente a este asunto: juegos de jabones, toallas, velas, selección de productos de limpieza en botes pequeños, café y muchas cosas más.

Sé que no tengo que devolver el regalo pero  me apetece tener un detalle con ellos y como mi visita a España se aproxima creo que es perfecto traerles algo de allí. ¿Alguna sugerencia?

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