Después de la mudanza que todos conocéis, me escapé unos días a España. El billete de avión lo compré 5 semanas antes por lo que no estaba para elegir ni horarios ni escalas cortas que hicieran que el viaje durara menos de 20 horas. Hasta ahora había hecho escala en Paris, Moscú, Estambul, Amsterdam y Dubai pero un billete con escala en Doha se cruzó en mi camino… ¡con 6 horas de escala en el vuelo Tokio-Madrid! Y lo que en principio se presentaba como un viaje de ida eterno y aburrido, se convirtió en la mejor escala de mi vida.
Según aterricé (después de dormir ininterrumpidamente las casi las 11 horas que separan Tokio de Qatar), pasé el control y pregunté directamente por el Spa del Aeropuerto. A ver, no es algo que haga habitualmente pero tenía buenas referencias de Chiqui, un albaceteño que vive en Tokio – que escribe este blog fantástico que os recomiendo -. Pues bien, media hora después, aquí estaba.
Con un albornoz blanco de buen algodón (lo destaco porque me encantan) y relajada frente a una piscina cubierta sólo para mi. Me di un baño – ya que, bien aconsejada, me había llevado el bañador -, me sequé un poco el pelo y me fui a dar un masaje de una hora allí mismo. ¡Qué maravilla! Todos sabemos cómo se nos queda el cuerpo después de un largo viaje en avión y ese masaje, con esos aceites, esos olores y en un entorno tan tranquilo fue fantástico. Al acabar eran las siete de la mañana hora española así que me quedé dormida un ratito. Después, un poco de jacuzzi, una ducha ¡y a desayunar!
– INCISO PARA FUTUROS INTERESADOS – La entrada al Spa con el masaje me costó unos 65 euros y no tienes que tener ninguna tarjeta especial ni nada, puede entrar todo el mundo. Si no quieres masaje, por unos 35 euros puedes disfrutar de todas las instalaciones, piscina incluída.
Como nueva, y cuatro horas después de aterrizar, empecé a caminar por los enormes pasillos del Aeropuerto buscando un sitio donde desayunar. Tardé en decidirme porque aquel lugar era para explorar, ¡qué pasada!
El Aeropuerto Internacional de Qatar lo inauguraron en Mayo de 2014 y se nota. La estructura es sorprendente, hay pantallas enormes por todas partes, coches de lujo, tiendas y restaurantes -como en todos-, numerosos sitios para sentarte, sofás, pantallas de ordenador y todo a la última, todo muy high level. Y pese a que les ha costado una fortuna, me descolocó encontrarme a un oso amarillo gigante en el centro de la terminal aunque, he de reconocer, acabó gustándome el contraste. Se trata de una obra del famoso artista suizo Urs Fischer que se ha convertido en el símbolo del Aeropuerto y de Doha. Lo compró un miembro de la Familia Real de Qatar por 6,8 millones de dólares.
Como tenía todavía un ratito, estuve paseando alrededor del oso de peluche que, por cierto, está inspirado en el osito de peluche que Urs Fischer tenía de pequeño. Iluminado por una lámpara, como podéis ver, la escultura está elaborada con bronce pintado de un amarillo brillante, mide 7 metros y pesa casi 16 toneladas.
Seis horas después, embarcaba rumbo a España sin síntomas de cansancio ¡y con mucha energía para disfrutar mis 9 días allí! Lo pasé muy bien y, como siempre, me vine con la mochila llena de calor.