Queridos lectores,
durante los últimos tres años os he relatado por estas fechas mi entonces llegada a España para disfrutar de la Navidad. Me gustaría en este momento hacer lo mismo pero por primera vez en mis 34 años, no pasaré estos días rodeada de mi familia.
Este año no esperaré en Barajas a que aterrice mi hermana desde Londres para volver juntas a casa, no volveré loco a mi padre con mis chaladuras ni bailaré con mi madre mientras esperamos clientes en su tienda. Lo de escaparme con mi hermana para comprar regalos de última hora se presume complicado. Tampoco saltaré de alegría al entrar en casa y encontrarme todo precioso ni lloraré desconsoladamente al despedirme.
Este año no podré abrir el armario para encontrar turrón de Suchard – comprado exclusivamente para mi – ni participaré en la carrera popular que se celebra todos los años en mi pequeña-gran ciudad. Será también imposible acudir a nuestra tradicional cena el día 30 de diciembre en el restaurante de siempre. Lo de ir con mi padre a ver pasar la cabalgata de reyes no va a poder ser, como imposible se tercia el comprobar los décimos de lotería para ver si nos ha tocado algo.
Este año me quedo en Tokio. Bueno, nos quedamos… Y la razón es que hace siete semanas nació una cosita que me ha regalado en poco tiempo mucha felicidad. Sí queridos lectores, soy mamá desde finales de octubre.
Este año, (¿me permitís un párrafo que me dirija a mi familia?), estaré lejos de vosotros tres; me quedo a compartir con el pequeño sus primeras navidades en la ciudad donde nació y que nunca olvidaremos ¿verdad? Pero este año… será el último año así.
Vuelvo a vosotros, lectores, sí, a los que me habéis acompañado durante 2016, a los que comentáis, a los que no, a los que me mandáis correos, a los que me pedís que hable de manga, a los que no llegáis nunca al último párrafo, a los que os sentís más cerca de Japón gracias a esta bitácora loca y a los que me leísteis una vez y os pareció soporífero. A todos os quiero dar las gracias, por supuesto, pero os quiero pedir algo (que tomo prestado de un vídeo que se ha convertido en viral estos días). OS PIDO QUE REGALÉIS TIEMPO, a vuestra familia, amigos, compañeros y, ya de paso, os pido que sonriáis al cajero del supermercado o a la conductora del autobús que os lleva a casa. Lo demás, lo material, es efímero, pero esa tarde jugando a las cartas con tu abuela o esa breve conversación llena de buenos deseos con el que te ha atendido en la gasolinera durante años y al que nunca has dirigido una palabra, se quedan para siempre en ti y en la otra persona.
Yo os sonrío ¡y os seguiré dedicando tiempo en 2017!
¡HASTA EL AÑO QUE VIENE!