Febrero en imágenes

No hay duda. La protagonista de este mes en Japón ha sido la nieve pero me he encontrado más cositas por ahí para enseñaros. ¿Listos? (Que nadie se pierda la última foto).

Balcones taza

Había quedado a comer. No iba especialmente atenta a lo que se cruzaba en mi camino pero me paré -al tener el semáforo en rojo-, levanté la vista y me topé con cinco tazas enormes. ¿Os imagináis vuestro balcón en forma de taza enorme roja, por ejemplo? ¡Yo no! Y aquí nadie tiene uno de esos en su casa… Se trata del edificio de un restaurante enorme.

Reloj de corazones

Febrero nos deja también el primer “Día de San Valentín” en el que sólo reciben regalo los hombres (en Marzo nos toca a nosotras). Quien diseñó este reloj estaba muy enamorado ¿no os parece?

Guante de dragón

Gorros, bufandas, plumas… Hemos tenido que sacar todo lo que había en nuestro armario para abrigarnos, sobre todo, los días posteriores a las grandes nevadas de este mes (una fue la más intensa de los últimos 45 años). Todo vale, hasta el “guante dragón” que llevaba esta señora. Sólo uno. En la otra mano llevaba una normal. Nos contó que es un dibujo famoso en Japón y que llevarlo en forma de guante le parece muy divertido. Días después vi a otra chica con uno parecido pero no le hizo mucha gracia que quisiera hacerle una foto. Esta señora fue encantadora.

Postre de ratón

No todos los restaurantes japoneses ofrecen postre. Por ejemplo, si vas a uno de sushi, no tendrás la opción de acabar con algo dulce. En otros, sin embargo, sí puedes y aunque este no es el más delicioso que he probado, sí es el más simpático. El pasado fín de semana me comí este ratón por casi seis euros.

Dos “Hachikos”

Con tanta nieve por la calle fueron muchos los japoneses que se animaron a hacer muñecos pero este es el más especial de todos. ¿Sabéis quién era Hachiko? Hay una película que cuenta su historia: “Siempre a tu lado, Hachiko“. Él era el perro de un profesor de Universidad aquí en Tokio. Siempre le esperaba en la estación de tren de Shibuya para acompañarle de vuelta a casa pero un día el profesor sufrió una hemorragia cerebral en clase y murió. Hachiko siguió durante nueve años acudiendo al mismo punto donde se encontraba con su dueño. Por su fidelidad, por su nobleza, los japoneses le dedicaron una estatua de bronce en ese lugar hace ya ochenta años.

Hoy Hachiko es un punto de encuentro. Allí quedé con unos amigos y en vez de uno, había dos.

¿Te gustaría comentar algo?