Pensaba encontrar esto vacío. Desde el relato de mi última escapada a Hong Kong no ha habido novedades, aunque más bien diría que no ha habido Japón y yo. Días después volé a España para disfrutar de mi familia durante el periodo navideño y, como los dos años anteriores, el planteamiento era seguir aquí cerca de vosotros, pero este año ha sido distinto.
Según aterricé, y lejos de mi intención, me olvidé de todo lo que no tuviera que ver con mi hogar español. Como siempre, y es lógico, todo el mundo me preguntó por Japón pero la sensación era muy extraña: necesitaba que el país donde resido dejara de ser el protagonista de mi vida por unos días. Puede parecer absurdo pero quería profundizar en otras cosas y dedicar mis pensamientos a algo que no fuera nipón. Por eso cuando me senté frente al ordenador para hablaros de lo que comen los japoneses en Navidad, no pude. En ese momento, Japón estaba por un lado y yo por otro. Lo sé. Pude seguir pero quería ser honesta con vosotros y no cumplir por obligación con mi publicación semanal. Me relajé y pensé en volver cuando lo sintiera y, aquí me tenéis: en mi hogar nipón, con el Fuji de fondo (¿os había dicho que desde mi nueva casa lo veo?) y tecleando tan ansiosa como contenta por empezar un nuevo año. Sí, ya sé que estamos a 13 de enero pero llevo cuatro días con un jet lag terrible y hasta que no me recupere, no pienso empezar mi 2016 con todo ese listado de buenos propósitos, planes y deseos en la cabeza.
Queridos lectores, gracias por haber cuidado Japón y yo durante mi ausencia mental, por vuestros mensajes y por volver hoy aquí.
¿Preparados para un 2016 flipante?
¡Os espero el próximo miércoles!