Es curioso cómo el color de las cosas puede determinar su futuro y la historia de hoy, aunque el color no fue elegido con ese propósito, es prueba de ello.
A menos de una hora de Tokio en tren existe un lugar que durante el Periodo Edo (1603-1868) se convirtió en un punto estratégico para el comercio almacenando arroz, madera y otros materiales relevantes. Para ello, los japoneses construyeron unas casas-almacen (en japonés kura-zukuri) con varias capas para proteger su mercancía en caso de incendio y con una peculiaridad: los tejados de color negro (las tejas se fabricaban con arcilla negra).
Llegaron a existir más de 200 almacenes pero los incendios y el gran terremoto de 1923 acabó con muchos de ellos. Sin embargo, el destino quiso que durante la Segunda Guerra Mundial, los tejados negros jugaran un papel fundamental para que actualmente podamos disfrutar y contemplar estos edificios tan característicos de la historia japonesa.
En 1945, cuando los americanos sobrevolaron la zona con sus bombarderos, vieron la zona oscura, todo negro desde su perspectiva; pensaron que las casas ya estaban quemadas y no descargaron munición sobre la zona.
Lo que te encuentras ahora al llegar a Kawagoe es una calle principal con casas negras ( reconvertidas en tiendas con productos tradicionales y restaurantes) a ambos lados y siempre con muchos turistas pero, turismo nacional; no es habitual ver a extranjeros paseando por allí (no suele aparecer en las guías). Es un paseo maravilloso porque vuelves al pasado, parece incluso que estás caminando por el decorado de una película antigua si no fuera porque, de repente, te encuentras con un japonés cantando y tocando una “guitarra-pala” y cantando la canción de “La cucaracha”.
(Sé que con este último apunte acabo de romper toda la magia que había creado paseando por Kawagoe pero voy a intentar recuperarla…).
Bien. Además de sus casas, este pequeño rincón nipón tiene otro atractivo que llama la atención de muchos porque aquí en Japón no es habitual encontrar “campanarios”.
Esta es la torre de “La campana del tiempo” (1624). Mide 16 metros, tiene tres alturas y ha sido reconstruida en varias ocasiones. El sonido de la campana es tan poco habitual -en España estamos muy acostumbrados- que desde 1996 se considera uno de los«100 escenarios de sonidos de Japón».
¿Qué os parece? Hasta aquí habéis podido disfrutar de las casas de los tejados negros, de uno de los pocos campanarios que hay en Japón y, para finalizar la jornada, falta algo que siempre encuentras en cualquier rincón del pais. Unas veces más pequeños,otras veces más grandes… Y dentro, te puedes encontrar cosas como esta.
¿Os imagináis de qué os estoy hablando? Os lo cuento, encantada, la semana que viene.