Llevo unos días con muchas ganas de Navidad, ¡más que ningún año! Aunque bueno, es comprensible; la Navidad supone volver a casa, disfrutar de mi familia, sustituir conversaciones vía WhatsApp por charlas en persona, comer y cenar “como si no hubiera mañana” pero, he de decir que este sentimiento prenavideño, no es sólo por eso. Aquí los villancicos ya suenan -en inglés- en el super, las chicas que me atienden en la pastelería visten como Papa Noel y estamos más iluminados que nunca.
Es una auténtica maravilla pasear y perderte por Tokio. Todos los barrios engalanados…
… Y también los parques. Hay incluso rutas para que no te pierdas ni uno de los rincones iluminados.
Por su parte las grandes firmas hacen gala de su poderío. Ginza, uno de los barrios más caros de la capital, tiene en su avenida principal enormes edificios dedicados a una sola marca. Si ya son impresionantes cualquier día del año, quiero que veáis cómo lucen ahora.
Aunque para mi el más espectacular es el de Bulgari, con una enorme serpiente luminosa rodeando el edificio.
Bien. Hasta aquí podríamos decir que no hay mucha diferencia con España. Nosotros también iluminamos y decoramos las ciudades y las tiendas para Navidad. Lo que no tiene nada que ver es la manera de vivirla. Para empezar porque Japón no es un pais cristiano (menos del 1% de la población). Aquí es fiesta nacional el día 23 de diciembre porque es el cumpleaños del emperador Akihito y la noche del 24, nuestra Nochebuena, está reservada a las parejas (para reafirmar su compromiso dicen). Noche romántica con cena y postre especial: una tarta esponjosa de nata montada y fresas. El postre típico de la navidad japonesa que ahora inunda todos los escaparates. Al día siguiente, nuestra Navidad, no es festivo, es un día normal; aprovechan para quitar todas las luces (¡qué pronto) y trabajan hasta Nochevieja.
Para los japoneses, los días importantes, especiales, son desde el 31 hasta el día 3 de enero. Pocas empresas están abiertas y cierran muchos comercios. Son días familiares. Me cuenta una amiga japonesa que es costumbre juntar a toda la familia para limpiar la casa, «hay que prepararla para el nuevo año —me dice— expulsar todo lo malo para recibir el nuevo año con pureza». Y para ello, además de dejarla impoluta, ¡tienen que pronunciar un conjuro! Dicen: «Oni wa soto -vete demonio- Fuku wa uchi -entra buen espíritu». Después de limpiarla, adornan la casa con cabezas secas de sardina en la entrada, hojas de acebo y cosas fabricadas con bambú… También acostumbran esos días a visitar, en familia, los templos más importantes de su ciudad.
¿Y los regalos? ¿Hay algo a los pies del árbol? ¿Reyes Magos? No, no, aquí nada de eso. Es más, no se hacen regalos familiares. Lo que se compra, sin control, son cosas para los amigos. Japón es el país más consumista del mundo. Estos días, sorprende meterse en un centro comercial y observar cómo compran, de manera compulsiva, todo lo que van encontrando. Es tre-men-do.