En los últimos días la gente que leéis el blog me habéis preguntado por dos asuntos: la visita a Japón de Mariano Rajoy y el paradero de Neko (vaya mezcla).
Sobre el primero, me ha sorprendido la escasa repercusión mediática que ha tenido aquí y la indiferencia -respetuosa- de los japoneses. Sólo una profesora en la academia estaba al tanto de la presencia del Presidente del Gobierno de España y de su agenda; el resto, compañeros y profesores, querían saber por qué había banderas de España colgadas en las farolas. «Es por mi», les contesté con mi lamentable sentido del humor que, he de decir, provocó gestos de confusión que solucioné, de manera inmediata, informando del viaje de Mariano Rajoy a Japón.
El otro tema que nos ocupa es Neko. Llevaba una semana en paradero desconocido pero anteayer… «Voy a asomarme a ver si le veo», pensé al llegar al portal.
Ahí estaba. Al fondo. Disfrutando de su patio. ¿Le veis bien? ¡Qué alegría! Después de haberle bautizado, haber escrito de él, haber preguntado sobre él, aparece en el momento menos esperado.
Sí. ¡Vino hacia mi! Claro que, unos segundos después de esta instantánea retrocedí y me cambié de lado. Hizo una especie de estiramientos y se puso en posición de ¿ataque?
Falsa alarma. Un par de fotos más y… «Fin de la cita».