No tengo la sensación de que mis casi cuatro semanas en España se hayan pasado volando. No. Los días han durado lo suficiente y he saboreado los momentos que quería y tenía que saborear. Venía mentalizada. Había días en Japón en los que dedicaba un rato, ex profeso, sólo a pensar y recordar situaciones, una conversación, un encuentro familiar especial… y llegaba a la conclusión de que podía haber exprimido más esos momentos. Se trata de no tener prisa, de no pensar en que mañana te tienes que levantar pronto; se trata de vivir el momento ¿no? Frases que todos utilizamos pero que luego, no llevamos a la práctica tan fácilmente. Creo que por eso, porque he devorado como nunca cada día que he pasado aquí, me voy con esta sensación y con estas ganas.
«¿No te da pena irte?», me han preguntado hoy. Bueno… ¡Cómo no me va a dar pena! Tengo ya un nudo en el estómago porque me encanta despertarme en Soria, andar descalza por mi casa, hablar con mis padres -en persona- todos los días, hacer planes, entrar y salir a todas horas, pasear con mi perrita pero, he de matizar, ese nudo no es sólo tristeza, es también ilusión, nervios, ganas y miles de planes en la cabeza para ejecutar en Japón. Sí, en Japón porque mi vida, ahora, está allí. Mi hogar está en Tokio. Mi sitio (y aunque me cueste escribir esto) no es este.
Me voy a seguir disfrutando de este regalo, de este capricho de la vida y lo hago feliz y agradecida por todo lo que me llevo de España, por todo el calor que me llevo de Soria (y de Madrid, ¡no enfadarse!). Es fácil irse con el corazón tan lleno. GRACIAS.
¡Nos “vemos” en Japón!