Mudanza 2: los japoneses y su amabilidad ¡Sorpresas en mi nuevo hogar!

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¡Seguimos con la historia de mi mudanza! Como os comentaba en el post anterior, la dueña de Leo insistió en llevarnos en su coche y, aquí los tenéis, ellos en la parte delantera, siguiendo al camión de la mudanza, explicándome cada zona por la que pasábamos, ¡me encantó ese momento! Cruzar Tokio en el coche de una japonesa, con nuestros dos perros, música nipona de fondo… Para el recuerdo.

La dueña de Leo nos lleva en coche, TokioDespués de 40 minutos en coche, llegamos a mi nuevo hogar y tocaba despedirse. Le agradecí de todas las maneras que pude su valiosa ayuda. Me vino muy bien que se quedara con Carlota mientras estaba con los chicos de la mudanza y desplazarnos en su coche de una casa a otra fue un lujo. Intercambiamos los teléfonos y quedamos en que un día del próximo mes quedaríamos y le invitaríamos a comer. Qué mujer tan fantástica y generosa. Seguro que vuelve a ocupar algunas líneas en Japón y yo.

Carlota en su nuevo hogarSubimos a casa y esta fue nuestra primera foto. Minutos después, todo lo que veis se llenó de cajas y comenzó lo que parecía un día interminable y tremendamente aburrido… Pero no. Cuando los chicos de la mudanza estaban todavía montando algunos muebles, llamaron a la puerta. Era una chica japonesa, quería presentarse y darnos la bienvenida. Me dijo en qué piso vivía y se fue. A la media hora, minutos después de que finalizaran su trabajo los chicos de la mudanza, volvió a sonar el timbre. Era una mujer japonesa, muy arreglada, que quería también darnos la bienvenida. Me indicó su número de apartamento y se despidió muy amable. No había pasado ni una hora desde la segunda visita que volvió a sonar el timbre. Era de nuevo la chica japonesa, con una barra de pan bajo el brazo. Me dijo que se me iba a hacer tarde y que suponía que no tendría tiempo de ir al supermercado, que había comprado esta barra de pan pero que le dijera que qué más me gustaría para cenar y que ella podía ir en ese momento.

Regalo de nuestra nueva vecina en Tokio¡Pero bueno! ¿Os imagináis mi cara? Después de la mañana tan emotiva de despedidas que habíamos tenido, del traslado en coche con la japonesa y de lo que supone una mudanza en sí, nos reciben de esta manera en una zona donde no conocemos a nadie, casi no hay extranjeros y cuando no llevábamos ni 10 horas allí.

Mi nueva vecina se llama Yoko. Le invité a pasar, con la casa patas arriba, para que conociera a Carlota. Me dijo que ella tenía dos perros pequeños y que podíamos quedar para darles un paseo juntas, que me enseñaría sitios. Además me aclaró algunas dudas que tenía con los numerosos botones que hay en casa y que yo no entendía. Me ofreció su ayuda para poner todo en orden e insistió en que le hiciera una lista para el supermercado, que ella se encargaba. Yo ya no sabía cómo agradecer tan buenas intenciones. Estuvo un ratito más con nosotras y se fue.

Me fui a dormir con varias cajas sin abrir, la nevera vacía y… el corazón lleno.

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