Queridos lectores,
¿cómo estáis? Espero que hayáis tenido una entrada de año fantástica ¡y que 2017 sea inolvidable! Como sabéis, estas han sido mis primeras navidades separada de mi familia y aunque en ocasiones he sentido tristeza en mi interior, nunca las olvidaré porque he vivido, también, momentos muy especiales. Y la guinda a estas fiestas “a la japonesa” las he puesto con una escapada de tres días al Japón rural, a descansar y a disfrutar de la experiencia de un ryokan.
Ya sabéis, y os lo he contado en varias ocasiones; se trata de dormir sobre tatami en futón, de pasear por las instalaciones con yukata (kimono de tela de algodón) y de degustar, vestidos así, de una cena deliciosa. Y eso es lo que os quiero mostrar: la primera cena que disfruté, plato por plato. (Con sorpresa final)
Aquí tenéis el menú. Se lee de derecha a izquierda y en vertical, de arriba a abajo. ¿Podéis ver mi nombre? Para los que no sepan leer japonés, será lo único que podéis identificar. No os penséis que yo puedo entender todo lo demás… (sólo algunas cositas)
Faltan varias cosas, como la sopa de miso (que no puede faltar en ninguna comida japonesa) y la fruta de postre.
He de decir que hay ryokanes de todo tipo y precios. Lógicamente, los que incluyen la cena y desayuno – suelen ofrecerlos siempre – tiene un coste mayor. También depende de la calidad del hospedaje.