Prólogo

Vale. Sí. Lo sé. No es el colmo de la originalidad pero elegir el nombre de un blog para contaros y guardar mi vida en Japón… ¡qué responsabilidad! ¡qué nervios! y qué difícil. ¿Os hubiera gustado más “Kyobashi” (el nombre de una estación de metro) o “Del colchón al futón”? Puede pero adoro la sencillez y los cajones grandes donde se puede meter de todo.

Cuando regresé de mi Erasmus en Tilburg (Holanda), en 2006, tuve muy claro que volvería a hacer las maletas. «Ten paciencia, todo llega», decían mis padres. Trabajé, acabé la carrera, me quedé en Madrid a disfrutar de mi oficio pasando por diferentes medios de comunicación y sí, lo reconozco, mi necesidad de volar ha ido en aumento en el último año.

–Mai, ¿puedes hablar ahora?–Sí, espera que me voy fuera… –Acabo de salir de una reunión–¿Y? ¿qué pasa? ¿todo bien? ¿te han echado la bronca por algo?–No, no, qué va, a ver qué opinas–¡Dime! ¿¡qué pasa!?–Que me han ofrecido Japón–

El momento había llegado. Sobre la mesa, una oportunidad laboral para uno que se traducía en un regalo para dos. ¡Vivir en Japón! ¿Alguien da más? Perfecto. No hay dudas ni miedos. Nada que pensar. Hablé con mi familia, con mis amigos, con mis compañeros, dejé mi trabajo y ¡adelante! Todo listo para comenzar esta etapa en la que cambio Madrid por Tokio y en la que lo de escaparme los fines de semana a Soria… se suspende temporalmente.

Bienvenidos –qué ganas tenía de escribir esto– a Maite en Japón (antes Japón y yo)

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