La noche del pasado sábado no fue una noche cualquiera. Desde el principio prometía porque el marido de una buena amiga nos había citado para celebrar todos juntos el cumpleaños de ella. No quería que lleváramos ni que preparáramos nada así que sólo tuve que elegir vestuario, subirme a unos tacones, pintarme el ojo y entregarme a la noche tokiota. Puntuales, en Japón siempre, la fiesta comenzó aquí:
Lo que estáis viendo es la entrada al ‘Gonpachi’, famoso en Tokio gracias a ‘Kill Bill’. ¿La habéis visto? Una de las escenas más importantes de la película se desarrolla en un restaurante típico japonés y precisamente Tarantino se inspiró en este lugar.
Cuando entras todos los camareros gritan algo, entiendo que para darte la bienvenida aunque no supe descifrarlo. El sitio es muy chulo pero no te encuentras un ambiente muy japonés; lo cierto es que había un montón de turistas entre los comensales.
¿La comida? Fantástica. Tempura, sushi, yakitori, sashimi, ensalada… Todo estaba delicioso. Y cuando la cena estaba llegando a su fin, de repente, se apagaron todas las luces del restaurante y apareció una fila de señores con unos instrumentos de madera en las manos que, mientras los golpeaban, cantaban el cumpleaños feliz en inglés a mi amiga. ¡Qué sorpresa! Y detrás, no podía faltar, los camareros que nos traían el postre.
Fue un “momentazo” cuando todo se quedó a oscuras. Tan sólo se oían los sonidos de los instrumentos de madera y se veían las velas que venían hacia nuestro sitio. Una vez más, después de innumerables veces, volvimos a brindar por Anabel. Cogimos nuestras cosas y salimos del ‘Gonpachi’ pensando en ir a algún bar cercano, tomar algo, pero…
¡Una limusina nos estaba esperando en la puerta para recorrer Tokio de noche! Os podéis imaginar la locura momentánea que nos entró a todos en ese momento mientras nuestro chófer japonés nos daba la bienvenida y nos indicaba que subiéramos. (Como podéis suponer, fue cosa del marido de Anabel).
Dentro nos esperaban más brindis, muchas risas, muchas conversaciones, muchos deseos y un paseo por Tokio de película.

El chófer iba parando por los sitios más bonitos iluminados que tiene la capital nipona de noche. Fuimos incluso hasta Odaiba, una isla artificial en la bahía de la capital de la que ya os he hablado alguna vez (aquí).

Unas horas después, que pasaron volando, el cumpleaños de película fue llegando a su fin. ¿Os imagináis cuál fue la última escena de esta particular película?… Pues la que os escribe bajando de la limusina y entrando en una estación de metro para volver a casa 🙂