El pasado domingo visité Nikko, uno de los centros de budismo más importantes de Japón con auténticas joyas arquitectónicas y Patrimonio de la Humanidad desde 1999. Es la excursión obligada desde Tokio que había dejado pasar pero en esta ocasión había un motivo muy especial para ir… Y, no sé si os defraudaré pero este no va a ser el típico post sobre Nikko. Hoy os quiero hablar de un puente, el puente que nos encontramos al llegar a Nikko.
Habría sido muy atrevido por mi parte titular esta entrada como “El puente más bonito de Japón” primero, porque para semejante afirmación debería haber visto todos y segundo, porque tengo en mi lista de lugares deseados un puente que espero poder compartir con vosotros en un futuro no muy lejano. Lo que sí puedo decir es que hoy os traigo el puente más bonito que he visto hasta ahora: el puente sagrado de Shinkyo.
Cuenta la leyenda que un día Shodo Shonin, el monje fundador del Shihonryu-ji (el primero templo de Nikko, año 766), se encontró el río Daiya embravecido. Normalmente lo cruzaba sin problemas pero ese día la fuerza del agua hacía imposible llegar al otro lado y regresar al templo. En ese momento se puso a rezar pidiendo encontrar un modo de cruzar el río y apareció un dios gigante vestido de azul que le dijo “¡Aquí tienes tu puente!” y le lanzó dos serpientes, de un lado a otro del río. El monje no dudó en caminar sobre las serpientes y cuando llegó al otro lado, miro hacia atrás y tanto el dios gigante como las serpientes habían desaparecido. Es por eso que al puente Shinkyo es también conocido como “el Puente de las Serpientes”.
A partir de entonces, se cree que se construyó un primer puente y que era colgante. Más adelante, en 1509 pasó a ser levadizo y en 1963 fue cuando tomó la forma actual. Durante la época feudal sólo el emperador tenía derecho a atravesarlo y fue ya en 1972 cuando el Gobierno japonés abrió el paso a todos los ciudadanos. Actualmente su paso se ha limitado sólo a la gente que paga. Yo no pagué pero sí que estuve un buen rato haciendo fotos y disfrutando de, además de una luz y de un día fantásticos, de una compañía excepcional.
Os decía que había un motivo para ir ¿verdad? Pues aquí tenéis “al motivo”: mi hermana, que nos ha visitado por segunda vez (amor de hermanas) y aprovechamos para descubrir nuevos rincones.
¡Feliz miércoles!